En una isla tan linda como la nuestra, frustra ver lo poco que la gente la quiere. Desde súper compañías que desechan todo en caños, desembocaduras de río y nuestras playas hasta el individuo que encuentra demasiado difícil aguantar una bolsita de Frito Lay hasta llegar a un zafacón. Diciéndolo de la manera más simple posible, es que da pena lo puerco que somos.
Desde el más riquitín hasta el más pobre, todos hemos pecado de alguna manera u otra a llevar el mensaje de contaminación directo al ambiente. Nuestras playas llenas de basura. Botellas, latas, bolsas, vasos plásticos, lámparas, tampones, neveras y hasta carros. Menciona la chatarra que se te ocurra y es muy probable que la gente lo deposite en el receptáculo más inmediato… el piso.
Lo cómico es que esta misma gente es la que se queja que nuestra isla está hecha un vertedero. Lo cómico es que ellos se quejan del papel que está en el piso, pero no se doblan a recogerlo. Lo cómico es que esto no es nada cómico y que el verdadero chiste somos nosotros, que tanto puño al pecho nos damos, pero no podemos abrir las manos para recoger nada.